jueves, 23 de abril de 2009
Francisco de Quevedo
Tras arder siempre, nunca consumirme;
y tras siempre llorar, nunca acabarme,
tras tanto caminar, nunca cansarme;
y tras siempre vivir, jamás morirme;
después de tanto mal, no arrepentirme;
tras tanto engaño, no desengañarme;
después de tantas penar, no alegrarme;
y tras tanto dolor, nunca reírme;
en tantos laberintos, no perderme,
ni haber tras tanto olvido recordado,
¿qué fin alegre puede prometerme?
Antes muerto estaré que escarmentado:
ya no pienso tratar de defenderme,
sino de ser de veras desdichado.
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